lunes, 30 de mayo de 2011

GLOSARIO DE TÉRMINOS MILITARES (II)


Demi-Brigade: En el Ejército republicano y consular (francés), formación militar equivalente a un regimiento.

División: Formación militar que agrupa a varias brigadas y comprende fuerzas de infantería, caballería y artillería.

Dragón: Soldado de caballería, aunque armado como infante, muy empleado en labores de reconocimiento y hostigamiento.

Forlorn Hope: En el Ejército británico, grupo de soldados que ocupaban el primer puesto en un asalto o en una defensa. Término equivalente a “misión suicida”.

Furriel: Cabo que tiene a su cargo la distribución de ciertos suministros

Fusil: Arma portátil caracterizada por tener el ánima del cañón estriada, lo que aumentaba el alcance del disparo.

Fusilero: En el Ejército Francés, soldado de infantería de compañías que no son de élite. En el Ejército Británico, soldado armado con un fusil y, por tanto, perteneciente a una unidad de tiradores selectos.

Gendarme: En el Ejército Francés (y por extensión a muchos otros), policía militar

Gola: Placa metálica que lucen los oficiales de algunos Ejércitos como indicativo de rango o de comisión de servicio.

Granadero: Originalmente soldado entrenado para combatir con granadas. En esta época, miembro de compañías de élite de choque.

Grenadier-a-cheval: En el Ejército Francés, granadero a caballo.

Guía: En el Ejército Francés, miembro escogido de la Guardia Imperial que desempeñaba tareas relacionadas con el Cuartel General. En el Ejército Británico, unidad especial formada en la Península por elementos capaces de hablar español y/o portugués para realizar tareas de espionaje, infiltración y enlace con las guerrillas.

Húsar: Término de origen centroeuropeo que sirve para designar a un tipo de soldado de caballería ligera.

domingo, 29 de mayo de 2011

LA LEGIÓN ALEMANA DEL REY

Una de las unidades más pintorescas, y más efectivas, de cuantas han servido bajo los colores de Gran Bretaña ha sido, sin lugar a dudas, la Legión Alemana del Rey.

Sus orígenes hay que buscarlos, por una parte, en los vínculos existentes entre Gran Bretaña y el Reino alemán de Hannover desde que en 1714 Jorge I Welfen accediera al trono británico, aún manteniendo su estatus de Elector de Hannover en el ya decadente Sacro Imperio Romano Germánico (o Confederación Germánica).

De otra parte, la irrupción de Francia en el escenario alemán, y su ocupación de Hannover en 1803, con la garantía del gobierno hannoveriano de que sus tropas no serían hostiles a Francia, hizo que muchos soldados de este estado alemán, asqueados por la actitud servil de quienes regían su país, se expatriasen al único lugar de Europa que parecía resistir los envites de Napoleón: Gran Bretaña.

En principio se reclutó una fuerza de infantería ligera que se llamó Regimiento Alemán del Rey pero, a finales de 1803, se agregaron tropas de caballería y artillería de forma que se le dio su nombre definitivo de Legión Alemana del Rey.

En la Península tuvo una actuación distinguida pues estuvo presente durante toda la Campaña, empezándola a las órdenes de Moore y acabándola a las de Wellington. Su máximo potencial de efectivos lo alcanzó en los años álgidos de la guerra en España con cinco regimientos de caballería; diez batallones de infantería (dos ligeros y ocho de línea); un cuerpo de artillería y otro de ingenieros. Se distinguió en acciones tan cruciales como La Coruña, Bussaco, La Barrosa, Fuentes de Oñoro, La Albuera, Ciudad Rodrigo, Salamanca y Vitoria, entre otras.

La Legión, que a lo largo de sus trece años de existencia encuadró a cerca de treinta mil hombres (las bajas en el elemento original hannoveriano fueron cubiertas con alemanes de otros estados y aún con británicos), terminó las Guerras Napoleónicas combatiendo en el Sur de Francia y en Italia (1814). Pero su mayor gloria la alcanzaría un año más tarde en la Campaña de Waterloo donde nombres como Quatre Bras o La Haye Sainte quedarían ligados a sus estandartes.

La Legión Alemana del Rey fue disuelta en 1816. Parte de sus miembros engrosó las filas del nuevo Ejército de Hannover mientras que muchos otros se vieron forzados a alquilarse como soldados mercenarios como único medio para subsistir.

sábado, 28 de mayo de 2011

LIBRO I - Capítulo 23-1

Diario de Guerra del teniente Ian Talling (Entrada XXIII)
Trece de Junio del Año de Nuestro Señor de 1809. Alrededores de Lisboa.
Mientras escribo estas líneas no puedo dejar de pensar en las extraordinarias circunstancias que se han desarrollado desde que recibiera la orden de reforzar la escolta de una columna de prisioneros hasta Lisboa.
Esa misión, en apariencia sencilla pero que me llenaba de orgullo pues constituía mi primer mando en campaña, se convirtió en una azarosa aventura  que ha llevado implícita su costo en sangre. Pero no quiero adelantar acontecimientos así que trataré de ceñirme al desarrollo cronológico de los hechos.
El pasado día once, nada más reanudar la marcha, nos encontramos con que varias decenas de paisanos portugueses, habiéndose corrido la voz de que una columna de prisioneros se hallaba en ruta, nos cerró el paso con la intención de asesinar al objeto de nuestra guardia y, probablemente, saquear las mulas del bagaje.
Como ya consigné el mando de nuestra tropa recaía en el teniente Saiffer, de la Legión Alemana del Rey, quien me ordenó que formara un cuadro protegiendo a nuestros custodiados y al tren de impedimenta mientras que él y sus cinco jinetes dispersaban a nuestros acosadores a golpes de plano de sable.
Felizmente nuestra tribulación se resolvió con éxito de forma que continuamos la marcha aunque Saiffer ordenó seguir una ruta secundaria, alejada de la carretera principal, en orden a evitar que se repitiera incidente parecido.

Debo decir con toda honradez que nunca hubiera imaginado tanto aplomo en Saiffer habida cuenta de su aspecto, más joven que yo en apariencia aunque cuenta veinticinco años, con una cabellera rubia y plagada de rizos, un bigotillo insolente y una eterna sonrisa que cruza su rostro y que le dan un aspecto de petimetre de taberna más que de oficial de caballería.
 La marcha prosiguió hasta que se dio el alto para el pernocte. Después de distribuir las guardias, comprobar que los grilletes de los prisioneros estuvieran seguros y asegurarme de que Nutmeg recibiera el debido cuidado por parte de uno de los jinetes alemanes, me retiré a cenar y a compartir un rato de tertulia con el teniente Saiffer hasta la hora de dormir.
El amanecer trajo consigo la devastadora noticia de que los soldados Seamus Dennehy y Tristan Conlon había abandonado el campamento durante la noche. Como quiera que no podíamos permitirnos prescindir de ningún hombre para buscarles, resolví conceder de margen para su regreso el tiempo que se tardase en levantar el campamento para reiniciar la marcha. En caso de que para entonces no hubieran aparecido no tendría más remedio que declararles desertores y notificarlo nada más llegar a Lisboa.
No creo que haga falta destacar lo tremendamente abatido que me sentía: mis superiores habían confiado en mí y ya tenía dos desertores en un solo día. Sin embargo eso quedaba en nada ante el horror que me invadió al advertir que los prisioneros, misteriosamente liberados de sus cadenas, se habían hecho con el control del campamento…
                                                      
                                                                                                                                             © Fernando J. Suárez

jueves, 26 de mayo de 2011

GLOSARIO DE TÉRMINOS MILITARES (I)


Aide De Camp: Oficial de Estado Mayor que hace de asistente de un general y es designado por éste.

Alférez: Oficial subalterno de compañía. En el ejército británico equivale a portador de los colores (banderas) del regimiento.

Amalgame: En el ejército francés republicano unión de formaciones regulares y voluntarias para crear fuerzas mixtas.

Batallón: Unidad de combate formada por varias compañías. Su composición puede variar según las fluctuaciones de los combates aunque puede aceptarse como fuerza teórica la de 1000 efectivos.

Bote de metralla: También llamado saquete o cartucho de metralla. Tipo de munición de artillería consistente en un envase relleno de balas de mosquete o de tornillería varia. Suele emplearse a distancias cortas en razón a la dispersión de la carga. En el mar se emplean para barrer las cubiertas previamente al abordaje.

-Brigada: Formación militar resultante de la unión de varios batallones.

Caçadores: Infantería ligera portuguesa armada con rifles.

Carabinier: Soldado de caballería que emplea la carabina como arma distintiva. En el ejército francés es, también, el miembro de la infantería de asalto en un regimiento ligero (Infanterie Légère).

Carronada: Pieza de artillería naval, más corta de longitud que las piezas habituales pero de mayor potencia. Se usaban preferentemente con proyectiles huecos, para desarbolar los barcos enemigos, o con metralla.

Chasseur: En francés cazador. Soldado de infantería ligera especializado en escaramuceo.

Chasseur à Cheval: En francés cazador a caballo. Soldado de caballería ligera empleado en tareas de exploración y escaramuceo.

Chasseur à Pied: Término general para designar a un soldado de infantería ligera.

Chef d’esquadron: Jefe de un escuadrón de caballería francesa.

Chef de Bataillon: Comandante de un batallón en el ejército francés.

Cipayo: En los regimientos de la Honorable Compañía de las Indias Orientales, soldado nativo.

Columna de división: División que avanza con la anchura de frente de un batallón seguido por el resto de batallones en fila y espaciados.

Compañía: Unidad básica de combate y cuya composición fluctúa en acción de guerra. Se considera el centenar de efectivos como la fuerza teórica de la misma y está al mando de un capitán. En el ejército británico las compañías se clasifican en dos categorías: de batallón, que componen el centro de la línea de combate; y de flanco, dividida en dos categorías: de granaderos, unidad de asalto; y ligera, de escaramuceo.

Congreve (Cohete): Arma desarrollada por el coronel William Congreve basado en los ingenios empleados por los mahrattas en la batalla de Seringapatam. Se trata de cohetes pirotécnicos con cabezas explosivas o incendiarias. Fueron empleados tanto por el Ejército como por la Armada.

Conscripto: Elemento elegido por sorteo para servir en el ejército durante un periodo determinado. Sirve para designar, de modo general, a los soldados del ejército republicano francés por ser éste el pionero en este tipo de recluta.

Corps D’Armee: Formación de combate autosuficiente que comprende fuerzas de infantería, caballería, artillería y estado mayor (ocasionalmente también elementos de zapadores, ingenieros y pontoneros)

Coracero: Soldado de caballería pesada. Protegido por un peto o coraza, montado sobre caballos grandes y empleados en acciones de choque.

lunes, 23 de mayo de 2011

LOS EXTRANJEROS DE NAPOLEÓN




Ya desde la etapa del Consulado (1799-1804) y durante todo el Primer Imperio, Napoleón Bonaparte contó entre las tropas que mandaba con numerosos contingentes extranjeros.


Las razones que llevaron a muchos hombres de toda Europa a luchar bajo las águilas francesas eran muy variadas e iban desde el idealismo Revolucionario hasta la conscripción forzosa pasando por las ansias de independencia (el caso polaco, por ejemplo); la deserción (hubo inclusive ingleses que lucharon por Napoleón); la paga (los excelentes mercenarios suizos) o la simple necesidad, en tanto en cuanto el alistamiento significaba tres raciones diarias de comida.


Las tropas extranjeras estaban divididas en tres categorías, según sus condiciones de alistamiento, de forma que:


Pertenecían a la Primera Categoría los extranjeros enrolados en unidades francesas, algo muy común a raíz de las anexiones de territorios holandeses, belgas, alemanes e italianos por Francia.


La Segunda Categoría la componían unidades completamente formadas por extranjeros. Aquí incluimos tropas tan variopintas como los Lanceros Rojos Holandeses, la Legión Polaca del Vístula, los Regimientos Croatas y la Legión Irlandesa.


La Tercera Categoría, en suma, comprendía los contingentes aliados o vasallos como el Cuerpo Bávaro, el Cuerpo de Westfalia o los Regimientos Españoles (josefinos).


Las tropas extranjeras tuvieron desigual fortuna en tanto que los contingentes eran desplazados lejos de sus zonas de origen para combatir en escenarios lejanos. Así, por ejemplo, polacos, piamonteses y alemanes de diversos estados lucharon en España mientras que lombardos, napolitanos y corsos lo hicieron en Europa Central y aún hubo irlandeses luchando contra los británicos en Holanda (en la desafortunada Expedición de Walcheren) y españoles luchando en el Báltico.


En la invasión de Rusia, casi la mitad de las tropas que dirigía Napoleón eran extranjeras y un ferviente patriota polaco que destacó en aquellas terribles batallas, Jozef Poniatowski, se convirtió en el único extranjero nombrado Mariscal de Francia.

jueves, 19 de mayo de 2011

LIBRO I - Capítulo 22

Diario de Guerra del teniente Ian Talling (Entrada XXII)
Once de Junio del Año de Nuestro Señor de 1809. En ruta a Lisboa.
Apenas hemos hecho un alto aprovecho para consignar los hechos que me acontecen y que, sin duda, suponen una novedad respecto a la instrucción. 
Anoche recibí la orden de presentarme ante el mayor Gough. Encontré que se hallaba en compañía del capitán Edwards y me dispuse a recibir la que sería mi primera orden de campaña.
Pocas horas antes había llegado al campamento un teniente y cinco soldados del 3º de Dragones Ligeros de la Legión Alemana del Rey (a pesar de la nomenclatura es un regimiento de húsares) custodiando a doce prisioneros. Tenían órdenes de trasladarlos a Lisboa, donde se encuentran el general Wellesley y su estado mayor, para ser interrogados  y se me ha encomendado la tarea de seleccionar un destacamento y reforzar la escolta, bastante exigua, de los cautivos.
No puedo disimular mi entusiasmo pues es la primera ocasión que se me presenta de ver de cerca a un francés y, y no menos importante, la distinción que supone ser el elegido, entre todos los oficiales que hay en este campo, para este cometido.
Mayor problema fue elegir a los hombres que formarían el destacamento. Confieso que me hubiera encantado contar con el sargento Redding pero el capitán Edwards dejó muy claro que no podía prescindir de ningún sargento durante la instrucción. Así pues, requerí al cabo Patrick “Paddy” Darragh para que me asesorase en la elección habida cuenta de que es hombre sereno y eficiente. Darragh me sugirió los nombres que, sin objeción por mi parte, conforman la escolta junto a él mismo y quien esto escribe:
-Gerald “Jerry” Mulcahy,
 -Seamus Dennehy,
 -Tristan “Hawkeye” Conlon
 -Andrew Seamus Tighe
 -Devlin Rourke
 -Tyrone Gaffey
 -Eamon O’Brian
-Adam O’Malley
Como un servidor y el oficial del destacamento alemán tenemos la misma graduación será el segundo teniente Emil Saiffer quien ostente el mando general dado que su antigüedad es mayor que la mía.

Tras efectuar los trámites de rigor y disponer el equipo me retiré a descansar pues partiríamos al amanecer. Apenas si pude conciliar el sueño ante la perspectiva de desempeñar una misión por humilde que pudiera parecer.
Ya que es privilegio de oficial marchar a caballo, el mayor Gough me ha prestado su yegua en espera de que adquiera mi propia montura. La yegua, de nombre Nutmeg, es un soberbio ejemplar español de tres años dócil y rápido.
 La disposición para la marcha consiste en dos de los jinetes de Saiffer como avanzada, Saiffer y yo mismo, el cabo Darragh y tres hombres, el grupo de prisioneros, el resto de mi tropa y las mulas de bagaje y los otros tres jinetes alemanes cerrando la marcha y guardando los flancos.
No puedo evitar describir la emoción que siento aunque me ha decepcionado el hecho de que ninguno de los prisioneros es francés, es decir, son alemanes aliados de Napoleón. En concreto proceden de Hesse-Darmstadt y forman parte del regimiento Gross und Erbprinz.
Es sorprendente que estos hombres hayan venido desde tan lejos a defender una causa tan aparentemente innoble como la de Napoleón en su empeño por sojuzgar Europa. Y, frente a ellos, están otros hombres que vienen del mismo sitio y que luchan por todo lo contrario. Tal es la circunstancia del teniente Saiffer, que es la misma de todos los componentes de la Legión Alemana del Rey (KGL).
  Y aunque originalmente los componentes de la KGL eran mayoritariamente de Hannover (al igual que el linaje de SM Jorge III) no son pocos los naturales de otros estados que se han unido a la misma. Tal es el caso de Saiffer, originario de Baden, que se alistó para combatir la tiranía de Bonaparte y, adicionalmente, para conocer un poco de mundo.
Curiosa guerra esta, en la que nuestros prisioneros no hablan francés y en la que nuestros alemanes no hablan inglés, excepción hecha del propio Saiffer, que lo habla con gran fluidez.
Pronto reanudaremos la marcha, pues es deseable llegar a Lisboa mañana al caer la tarde. Si hubiéramos dispuesto de transporte hubiera sido más sencillo pero dadas las circunstancias no ha sido posible acceder ni a una sola carreta.
Aunque me siento dichoso y confiado no puedo evitar la impresión que me producen los prisioneros. El verles arrastrando los pies y caminando calladamente hacia el cautiverio, tan lejos de sus hogares y de sus familias, me hace sentir una punzada en lo más profundo de mi alma y verme a mí mismo, aunque sea solamente por un momento, languideciendo en alguna prisión francesa.

                                                                       ©Fernando J. Suárez  

domingo, 15 de mayo de 2011

LA CAMPAÑA DE EL CABO



Las Guerras Napoleónicas no se circunscribieron solamente al Teatro Europeo. Hubo cantidad de acciones bélicas en todos los mares del Mundo y, también, en las colonias que los beligerantes poseían en América, Asia y África.


Una de estas colonias se convirtió en un objetivo capital para los intereses británicos dada su privilegiada situación: El Cabo de Buena Esperanza.


Desde 1655 El Cabo era un puesto de avituallamiento para los barcos de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales que hacían la ruta Europa- Oriente. Capturada por los británicos en 1795, fue devuelta como cláusula de la Paz de Amiens (Marzo de 1802-Mayo de 1803) a la República de Batavia (Holanda), en tanto que aliada de la Francia Revolucionaria.


La reactivación de la guerra convirtió El Cabo en un objetivo prioritario dados sus intereses, cada vez mayores, en la India y por la necesidad implícita de contar con una base en posición tan crucial.


Así pues, a finales de 1805, los británicos iniciaron las maniobras para hacerse con tan codiciado territorio. En Enero de 1806, tropas británicas al mando de Sir David Baird (1757-1829), un veterano de la India y de la Campaña de Egipto. Las tropas británicas, más de cinco mil hombres, se enfrentaron a las escasas fuerzas holandesas disponibles: algo más de dos mil efectivos bajo el mando directo del gobernador de la colonia, el general Jan Willem Janssens (1762-1838).


Previsiblemente, los británicos se impusieron en una única y pequeña batalla librada cerca de Ciudad de El Cabo y llamada Blaauwberg (8 de Enero). Los holandeses se retiraron tierra adentro pero, finalmente, cedieron y firmaron su capitulación a mediados de mes.


Los británicos permanecieron de facto en El Cabo hasta que su posesión fue ratificada oficialmente mediante un tratado con Holanda en 1814. El general Baird, por su parte, volvió a las armas en la Expedición a Copenhague de Agosto-Septiembre de 1807 e, inmediatamente después, a la Península donde asumió brevemente el mando tras la muerte de Moore en La Coruña. Vuelto a Gran Bretaña, recibió honores y títulos aunque no volvió a tener un mando en campaña.


Buena parte de la población holandesa que permanecía en El Cabo, renuente a la ocupación británica, decidió buscar una nueva tierra de promisión y, en las décadas de 1830-1840, se lanzaría a una épica emigración hacia el norte, conocida como Grand Trek (Gran Viaje), y que daría como resultado la creación de los estados de Orange y Transvaal.

martes, 10 de mayo de 2011

LIBRO I - Capítulo 21

Diario de Guerra del teniente Ian Talling (Entrada XXI)
Nueve de Junio del Año de Nuestro Señor de 1809. Abrantes.
Se ha extendido en los últimos días la especie de que es inminente que el ejército se interne en territorio español para dar batalla a los franceses.
Si es cierto los interminables días de instrucción pueden dar sus frutos aunque aún no está claro si el 87 irá o, por el contrario, se quedará de guarnición tal y como nos tememos.
Los hombres se desempeñan en general con entusiasmo. Y aunque siempre hay holgazanes y conformistas, lo cierto es que parece evidente que quienes estén dispuestos a asumir como bueno un destino en retaguardia son los menos pues no escasean los testimonios de veteranos que hubieron de verse relegados a puestos de retaguardia para, posteriormente, ser despachados a peores destinos en lugares tan lejanos como peligrosos.
 Es el caso de uno de los cabos de la compañía ligera, concretamente de Joseph O’Connell, de Limerick, apodado Big Joe dada su estatura (algo más de seis pies) y su envergadura (alrededor de ciento noventa libras). El ahora cabo O’Connell que, con justicia, podría encajar mucho mejor en la compañía de granaderos, es un excelente tirador cualidad muy apreciada, por razones obvias, en las compañías ligeras. Precisamente su porte había hecho que un parlamentario de Limerick le ofreciese la posibilidad de alistarse en el 4º de Reales Guardias de Dragones Irlandeses. O’Connell rechazó vivamente la oferta pues no le agradaba la vida militar y tampoco le gustaban los caballos.

 Pero su magnífica puntería fue la causa de que una ronda de enganche del 38 de Infantería le “cazase” al salir de una taberna. Antes casi de que se diera cuenta se encontraba en un barco camino de África del Sur. Él no lo sabía pero formaba parte del contingente con el que el general Baird desembarcó en el Cabo de Buena Esperanza y se enfrentó, y derrotó, a los holandeses en Blaauwberg. El relato que narra a quienes quieren oírle parece bastar para quitar las ganas de acomodarse o de esquivar la acción.
 Tal y como él mismo maldice
 el condenado momento en que le dije a  aquél politicastro que se fuera por donde había venido porque antes me iría derecho al Infierno que acabar mis días apestando a cuadra y teniendo por compañía a una cuadrilla de paletos patizambos”…
…”Y si hubiera sabido lo que me esperaba en aquél espantoso lugar, caluroso, maloliente y lleno de negros salvajes y de holandeses aún más salvajes que ellos, me hubiera mordido la lengua mil veces antes que decir no a servir como un caballero en los Guardias de Dragones”.
Parece increíble el efecto que producen las historias de este tipo entre los hombres, sobre todo entre los reclutas más jóvenes. Realmente nunca se sabe lo que pueden hacerle a un soldado ocioso si la necesidad apremia. Desde las temidas compañías de destacamentos a la perspectiva de acabar embarcado con rumbo a tierras de paganos, la vida de un soldado pende de un hilo muy fino que es la necesidad del servicio. Dudo que haya muchos hombres en la compañía ligera, y aún me atrevería a decir que en todo el II/87, dispuestos a cambiar la posibilidad del combate por una peripecia tan peligrosa como incierta del tipo de la sufrida por el cabo O’Connell.

domingo, 8 de mayo de 2011

SHRAPNEL


Una de las armas más terribles que se han desarrollado jamás fue el Shrapnel, un proyectil de artillería diseñado para barrer las huestes enemigas a larga distancia.


Dado que el proyectil macizo o la granada explosiva no estaban diseñados para actuar con eficacia contra la infantería o la caballería se confiaba en los botes de metralla, es decir, sacos o envases llenos de fragmentos de tornillería, balas de mosquete o postas para detenerlos. Había, no obstante, un problema y éste no era otro que la distancia pues no era posible utilizar el bote de metralla a grandes distancias y se solían reservar como medida desesperada al recurrente grito de "A quemarropa" o "A tiro de mosquete".


La respuesta se presentó, en 1784, en forma de la invención de un teniente de artillería llamado Henry Shrapnel (1761-1842). Se trataba, como él mismo la denominaba, de una carcasa esférica rellena de balas de mosquete y provista de una carga de pólvora y una mecha que le permitía hacer explosión después de haber sido disparada por una pieza de artillería.


Shrapnel, cuya carrera discurría por los cauces habituales en un Arma, la Artillería, donde no se ascendía por compra de nombramiento sino por rigurosa antigüedad, había entrado en acción y resultado herido en Flandes en 1793, ascendido a capitán en 1795 y a mayor en 1803, solamente un año antes de que el Ejército se decidiera a adoptar su artefacto después de un empleo exitoso en la captura de Fuerte Amsterdam, en las posesiones holandesas de América del Sur en la Primavera de 1804.


El arma despertó gran interés en las altas instancias del Ejército, hasta el punto de que Shrapnel fue ascendido a teniente coronel en dos meses escasos. En la campaña de la Península fue empleada por vez primera en la batalla de Vimeiro, en Agosto de 1808.


La invención de Shrapnel le sobrevivió pues su diseño, con las modificaciones propias debidas a los avances de la ciencia, pervive hasta la actualidad. Henry Shrapnel recibió del Parlamento una pensión vitalicia anual desde 1814 en reconocimiento a sus servicios a la Nación. Alcanzó el empleo de teniente general y falleció a la muy respetable edad de ochenta años.

viernes, 6 de mayo de 2011

LIBRO I - Capítulo 20

Diario de Guerra del teniente Ian Talling (Entrada XX)
Cinco de Junio del Año de Nuestro Señor de 1809. Abrantes.
Siguen los días de instrucción y también la pesada incertidumbre que nubla los ánimos de los hombres del 87 y, y también del 88.
Aún cuando se escriben estas líneas no sabemos qué nos deparará el Destino pues es decisión última del general Wellesley el que entremos o no en combate.
Entre los oficiales, lógicamente, cunde el desaliento ante la perspectiva de quedarnos en la retaguardia. Entre la tropa, sin embargo, las opiniones son más variadas y van desde los que claman por entrar en combate y dar una lección a los “tragarranas”, y eventualmente llenarse los bolsillos de bienes capturados como botín de guerra, hasta los que no ven como ninguna deshonra quedarse de guarnición retozando con las mujeres portuguesas que pululan como moscas por el campamento.
Y, abundando en la perspectiva del combate, esta tarde hemos tenido la oportunidad de conocer la experiencia de un oficial en batalla.
Hallábamonos el capitán Edwards, el teniente Laherty, el teniente Marquand (de la compañía de granaderos), el ayudante de cirujano Tarín y quien esto escribe tomando el té cuando se nos unió el capitán Anthony Fairfax, de la segunda compañía del segundo batallón del 97 de infantería, recién regresado de un permiso en Gran Bretaña.
Fairfax había tomado parte en la campaña de Vimeiro el pasado año y no tuvo inconveniente en relatar su participación en la misma.

Su batallón, que junto al II/9, el II/43 y el II/52 formaba parte de la brigada al mando del general Anstruther, resguardaba el flanco derecho de la villa de Vimeiro, con la carretera que une Torres Vedras y Porto Novo, y el río Maceira justo a su derecha. Durante buena parte de la jornada del veintiuno de Agosto de 1808 hubieron de soportar las cargas de la infantería de línea primero y de los regimientos de granaderos de Kellerman a continuación. Aguantaron todo lo que el enemigo lanzó sobre ellos y mantuvieron su posición a costa de muchas bajas aunque reconoce que tuvieron la ayuda de la invención del mayor Henry Shrapnel, unos proyectiles de artillería rellenos de balas de plomo y provistos de una mecha que les permitía hacer explosión, literalmente, sobre la cabeza de los soldados enemigos.
Me ha impresionado sobremanera ver cómo un veterano como el capitán Fairfax apenas disimulaba la emoción al describir a los bravos soldados franceses empeñándose en cargar mientras nuestro fuego de enfilada los desmantelaba y la lluvia infernal de los proyectiles de Shrapnel los martirizaba aún más.
 Ya he escrito sobre el deseo generalizado de los oficiales por entrar en combate, y digo generalizado ya que no unánime pues no me ha pasado inadvertido el semblante del teniente Laherty al oír el, por lo demás prolijo en detalles, relato del capitán Fairfax. Aunque no ha articulado palabra alguna, su mirada y la expresión de sus facciones hacen que no me quepa ninguna duda de cuán desagradable resulta para él la vida militar. Creo que la visión que de él me llevaré a la tumba será la de esta tarde, mudo y pálido como la cera, sosteniendo su libro de poemas de Thomas Gray y, presumo, deseando estar muy lejos de Abrantes y de la guerra.

                                                                           © Fernando J. Suárez

lunes, 2 de mayo de 2011

LIBRO I - Capítulo 19

Al Hon. Coronel (Ret.) Seamus Patrick Talling
         Talling Manor House
       Lismachugh
       (Tipperary)

Respetado Señor:
Debo suplicar su indulgencia por no haberle escrito antes pero tanto la dureza del viaje como la excitación que me embarga han hecho que me demore inexcusablemente en mi deber de tenerle al corriente de los hechos y avatares que jalonan mi carrera militar.
Al escribir estas líneas no he recibido todavía el bautismo de fuego aunque mi confianza en que no le defraudaré ni a usted ni a nuestro apellido se mantiene férrea como el acero.
Creo que le complacerá saber que luzco las dragonas de la Compañía Ligera. Conozco las exigencias que se requieren en un oficial de este tipo de unidades y puedo asegurarle que me esfuerzo tanto como puedo en la instrucción, y en el estudio de la teoría, para estar a la altura de mis deberes.
No puedo decir que la vida militar, o más exactamente la parte de ella que conozco, me haya defraudado en lo más mínimo si bien no olvido sus consejos sobre lo concerniente a la vida en campaña, independientemente de que se haya entrado en combate o no. He oído de varios veteranos, y ello refuerza sus argumentos, lo terriblemente penoso que resulta marchar por donde ni siquiera hay caminos, bajo intensas lluvias, azotado por la ventisca o abrasado por el calor.
El jefe del Batallón es el Honorable Hugh Gough de Woodstown, Limerick, que le envía un afectuoso saludo. Es un bravo soldado y un líder muy respetado que ha cimentado su reputación en el Cabo de Buena Esperanza y en las Indias Occidentales. Los veteranos hablan muy bien de él y de su capacidad para el mando.
Mi superior inmediato es el capitán Duncan Edwards de Garristown, Dublín, un hombre cuya carrera se asemeja bastante a la de usted pues ha promocionado desde la tropa. Se le ve seguro de sí mismo y lo bastante capaz de soportar el peso de su responsabilidad, cualidades que usted siempre ha considerado como básicas en un auténtico oficial.

Creo que le será muy grato saber que el batallón cuenta con un capellán de la Iglesia Católica. El padre Eustace Fennessy de Mullaghbrack, Armagh, es un hombre muy pintoresco que ha abandonado la comodidad del hogar para ir en pos de los hombres a los que bautizó de niños. Creo que le gustaría conocerle pues, aparte de usted, es el mayor entendido en brandy que he conocido jamás.
Cuento ya con algunas amistades en el batallón aunque la que tengo en mayor estima es la del primer ayudante de cirujano Rafael Tarín, un español que ha servido en la Marina yanqui y de quien estoy tomando lecciones sobre la lengua de Cervantes.
No puedo terminar sin hacer mención a uno de mis compañeros de viaje quien, durante el mismo, me ha hecho ver la importancia del manejo del mosquete. El sargento Reginald "Red" Redding pertenece a esa categoría de hombres que, para usted, constituye la diferencia entre huir a la desbandada o permanecer en su puesto cuando los oficiales han caído.
Excuso decirle que me hago la solemne promesa de escribirle más a menudo. Dele mi más cariñoso testimonio de afecto a mi madre y dígale que no desespere pues el buen Dios querrá que en una próxima Navidad estemos todos juntos en Talling Manor como cuando éramos niños.
Suyo respetuoso:
Ian Talling
Segundo Teniente
Compañía Ligera. Segundo Batallón/87 Regimiento Irlandés de Infantería