domingo, 24 de julio de 2011

EL PRIMER REGIMIENTO DE HÚSARES DEL IMPERIO


Una de las unidades que ayudó a que la caballería francesa fuera conceptuada como la mejor de su tiempo durante las Guerras Napoleónicas fue, sin lugar a dudas, el Primer Regimiento de Húsares.

Basados en la caballería ligera húngara y en sus métodos de combate contra los turcos, los húsares adoptaron inclusive las trazas de los jinetes centroeuropeos creando así algunas de las unidades más coloristas de cuantas se vieron, en cualquiera de los bandos, durante las guerras revolucionarias y napoleónicas.

Concebidos como caballería ligera, cuya misión fundamental consistía en la exploración y el escaramuceo, los regimientos de húsares franceses cabalgaron y combatieron por toda Europa. Su fama de arrojo y de valor temerario estaba bien justificada.

 Así, el Primero de Húsares lamentó la muerte en combate de seis oficiales entre 1805 y 1815, amén de otros seis fallecidos por heridas recibidas y otros cincuenta y seis heridos en combate. Asimismo, tres de sus coroneles (Stengal, Picard y Merlin) alcanzaron el generalato.

En cuanto a su hoja de servicios, el Primero sirvió durante la Revolución, el Consulado y el Imperio en multitud de destacadas acciones como Valmy, Rivoli, Marengo, Ulm, Austerlitz, Jena (donde actuó como escolta de Napoleón), Friedland, Sabugal y Leipzig.

Dos sentencias atribuidas a húsares, resume su carácter:

Cualquier húsar que no haya muerto antes de los 30 años es un canalla
General Antoine Lassalle (Séptimo de Húsares). Muerto en combate en Wagram a los 34 años

El mundo se divide en dos partes para un húsar: La parte feliz, donde corre el vino; y la parte detestable, donde aquél está ausente
Albert-Jean-Michel de Rocca (Segundo de Húsares). Muerto a los 30 años en 1818.  

viernes, 22 de julio de 2011

LIBRO II-Capítulo 27

Diario de Guerra del teniente Ian Talling (Entrada XXVII)

Veintidós de Junio del Año de Nuestro Señor de 1809. Abrantes

No hay descanso desde la llegada del general Wellesley.

Los hombres están agotados a fuerza de horas de instrucción, revistas y guardias que se suceden sin pausa. Aunque pueda parecer desmoralizante no lo es en absoluto. De hecho mi padre siempre ha dicho que una pinta de sudor ahorra un galón de sangre.

Me refiero, lógicamente, a la tropa que es la que lleva el peso de todo el Ejército sobre sus espaldas aunque los oficiales no estamos exentos en modo alguno del rigor por el que es bien conocido nuestro comandante en jefe.

La concentración de fuerzas crece por momentos. Batallones procedentes de las ahora seguras provincias del norte y otros, directamente desembarcados en Lisboa procedentes de la patria, van llegando poco a poco. Los trenes de suministro copan prácticamente todos los accesos a Abrantes y las patrullas del Cuerpo Preboste parecen multiplicarse para evitar tanto los saqueos por parte de los portugueses (y de nuestros propios hombres) como las deserciones.

A media tarde el mayor Gough convocó a todos los oficiales del II/87 después de que el general McKenzie se hubiera reunido con los jefes de batallón de la división.

Gough nos hizo saber que la opinión general sobre la división es bastante mala, tanto que ya nos llaman la División de Combate (Fighting Division) y no precisamente en términos laudatorios sino todo lo contrario. Parece, pues, que nos tienen en tan escasa consideración como para prescindir de todos nosotros empleándonos en acciones desesperadas o como pura y simple carne de cañón. 

Lógicamente no ha gustado demasiado la impresión que causamos y el mayor nos ha exigido el mayor espíritu de lucha y de sacrificio para lavar esa mala imagen.

No han faltado, obviamente, los comentarios sobre el apodo que nos han endilgado y ha habido quien, inclusive, ha demandado conocer el nombre del propalador del epíteto y exigirle una satisfacción. Gough, sin embargo, ha atajado el asunto diciendo que de nosotros depende el comportamiento de nuestros hombres y, por añadidura, la fama real o inmerecida de la unidad.



Realmente no es fácil servir en una fuerza que nace marcada para mal. La exigencia se eleva sobremanera y los actos de valor y heroísmo son calculados sobre una base distinta a la de cualquier otra unidad. Parece como si tuviéramos que redimirnos antes incluso de haber pecado pero, a decir de los veteranos (y recordando también a mi padre), no es cosa excepcional sino corriente el prejuzgar a una unidad antes de que ésta pueda desempeñarse en combate.

Pese a todo es mi opinión que no somos, de partida, una división tan deplorable. Contamos con buen número de veteranos en los distintos batallones y la adición de cinco compañías de fusileros del V/60 (este batallón está equipado con fusiles Baker) nos proporciona una muy respetable capacidad de precisión en el fuego.

Y la jornada, que presumía se consumiría con una clase de español amenizada con una botella de brandy con la inevitable, aunque bienvenida, presencia del padre Fennessy si hubiere licor de por medio concluyó con una visita inesperada.

Enfundado en su uniforme portugués y con su característico aspecto, más cercano a un meridional que al que se presupone en su Gales natal, el teniente coronel Waters me narró, pues creía de justicia el hacerlo, las nuevas acerca de mi reciente aventura.

Al parecer los prisioneros que quedaron en nuestro poder confesaron  que su plan consistía, nada menos, que en asesinar al general Wellesley y al mayor número posible de miembros de su estado mayor. El organizador del mismo no era otro que Emil (o Émile) Saiffer, un personaje excepcional que bien merece varias líneas.

Más arriba he escrito su nombre en alemán y en francés ya que es hijo de alemán y francesa y no procede de Baden sino de un pueblo fronterizo de Alsacia, de modo que emplea indistintamente uno u otro.

Pese a su edad no es teniente, tal y como se presentó, sino chef d’escadron  del 1er Regimiento de Húsares, veterano de Ulm, Austerlitz (donde fue galardonado con un Sable de Honor) Jena y Friedland (aquí fue herido dos veces negándose a ser evacuado).

Es, en suma, un hombre muy audaz, como lo certifica el hecho de presentarse en medio de nuestro Ejército en Abrantes y con un uniforme que no era el suyo (de haber sido descubierto se le habría ejecutado por espía). Y, asimismo, es un enemigo tremendamente peligroso pues su historial de guerra no deja lugar a dudas (aunque yo puedo afirmarlo sin recurrir a aquél).

Lo que los “especialistas” de Waters no han logrado ha sido, empero, arrancar de los prisioneros  es si Saiffer actuaba por propia iniciativa o por órdenes del propio Bonaparte; de su hermano Giuseppe (José), el rey de España; o del mariscal Victor. Sea como fuere todo indica que esta guerra no va a ser como cualesquiera otras anteriores y que habremos de estar preparados para lo que sea.

                                                               © Fernando J. Suárez 

miércoles, 20 de julio de 2011

EL 78 DE HIGHLANDERS



Reclutado en 1793 como regimiento de un único batallón, los highlanders de Seaforth (por el clan de su fundador) vio su primera acción el año siguiente durante una expedición a Holanda. Asimismo, participó en la Expedición a Quiberón de Junio-Julio de 1795, un intento de desembarco de fuerzas francesas realistas y tropas británicas que culminó en un estrepitoso fracaso.

Un segundo batallón fue formado y enviado como parte de la fuerza expedicionaria que tomó El Cabo de Buena Esperanza. No obstante, los dos batallones fueron amalgamados en uno solo en 1796.

Destinado a la India en 1797, esta vez como un solo batallón, el 78 aumentó sus laureles durante la Segunda Guerra Mahratta: acciones como el asalto a Ahmednugger y la batalla de Assaye contribuyeron a cimentar su reputación de unidad combativa y eficiente. Poco después participó en operaciones en Java y permaneció allí de guarnición hasta 1816.

En Escocia, mientras tanto, las necesidades de tropas en el marco de la reactivación de la guerra contra Francia tras la precaria Paz de Amiens obligaron a reclutar un segundo batallón (1804) que se distinguiría en la expedición a Calabria, incluyendo la batalla de Maida (4 de Julio de 1806). Posteriormente, el segundo batallón serviría en Egipto (1807) antes de ser enviado a la India.

Volvería a distinguirse (solamente el segundo batallón) contra Napoleón en Waterloo. En 1817 los dos batallones volverían a ser amalgamados en uno solo.

El lema del regimiento era el mismo que el del clan Seaforth:
Cuidich 'n Righ (Socorred al Rey).

domingo, 17 de julio de 2011

LIBRO II-Capítulo 26

Diario de Guerra del teniente Ian Talling (Entrada XXVI)

Veinte de Junio del Año de Nuestro Señor de 1809. Abrantes

Una gran actividad bulle en el campamento desde que S.E. el General Wellesley llegara al mismo poco después de que yo lo hiciera el pasado día dieciocho.

Parece que vamos a ponernos en marcha en breve pues los preparativos no dejan lugar a dudas, como tampoco el hecho de que todas las tropas disponibles hayan sido convocadas. Se rumorea insistentemente que vamos a marchar hacia España para dar batalla allí a los franceses.

Es, desde luego, una magnífica noticia que no hace sino confirmar la opinión que me había formado del general, sustentada en las cartas de mi hermano Angus que sirvió a sus órdenes en la India. Creo que es bueno para el Ejército que su jefe busque el combate en vez de apoltronarse en espera de ser él el atacado. Ello, además, crea una sensación de confianza entre la tropa, a la vez que combate la holgazanería y la dejadez.

Creo que si mi padre leyera lo que acabo de escribir me diría que hablo como un joven petimetre que no ha aprendido nada. Es cierto que todo cuanto pueda saber de la guerra me lo ha enseñado él, y él sufrió como soldado las fortunas o las miserias de quienes le mandaron. Es verdad que el soldado común trata de sobrevivir para combatir un día más y, por lo general, no gusta de los generales excesivamente combativos. Pero no es menos cierto que el soldado profesional, el que ha hecho de la guerra su oficio, busca siempre el combate no solamente por instinto sino también por las posibilidades de obtener botín.

Una innovación importante que merece la pena destacar es la decisión del general Wellesley de fraccionar el Ejército en divisiones (cuatro en total) para facilitar tanto su desplazamiento como el despliegue y la transmisión de órdenes, así como para que los jefes de las mismas puedan hacer uso de su iniciativa llegado el momento.

En el caso del II/87, el batallón ha sido agregado a la Tercera División (incluyo el despliegue de la misma).

Nuestro comandante es el Hon. Mayor General John Randoll McKenzie, un bizarro soldado distinguido en Maida que empezó su carrera en los Royal Marines  y la continuó brillantemente en el 78 de Highlanders, del que llegó a ser  teniente coronel en 1796 (y aún coronel honorario en 1801). Al mando de una brigada en Portugal el año pasado, es también miembro del Parlamento por el condado de Sutherland. Él mismo, además, dirige la brigada que lleva su nombre y que está formada por el III/27, el II/31 y el I/45.


Por otra parte, la otra brigada de la división está dirigida por el Hon. Mayor General Christopher Tilson, quien ya dirigiera una brigada en Portugal y cuyo historial de servicio es brillante, incluyendo acciones en Egipto y las Indias Occidentales.

Precisamente a su brigada está incorporado el II/87 junto al I/88 y a cinco compañías del V/60. La carencia de efectivos es tal que ha sido preciso detraer efectivos de otras fuerzas para dar consistencia a esta brigada.

Ahora parece claro como la luz del día que cada hombre es necesario por lo que muchos de nosotros nos avergonzamos al recordar nuestros temores sobre si íbamos o no a combatir.  Ya nada más resta saber cuando nos pondremos en marcha y, en lo que a mí concierne, si estaré realmente a la altura de cuanto de mí se espera.

                                                                       ©Fernando J. Suárez