Nacido en Glasgow el 13 de Noviembre de 1761, ingresó en el Ejército como alférez en el 51 de Infantería a los quince años. Dos más tarde vio acción por vez primera en Norteamérica, en donde permaneció hasta la firma de la Paz en 1783.
Un año más tarde fue elegido miembro del Parlamento, coincidiendo allí con figuras de la talla de William Pitt (El Joven) y Edmund Burke. En 1787 regresó a las banderas, esta vez como mayor y a tiempo de participar en la campaña de Córcega de 1794 en la que resultó herido.
Repatriado a causa de una disputa con un superior fue trasladado a las Indias Occidentales, distinguiéndose en la expedición a Santa Lucía. Convertido en gobernador accidental de la misma por la marcha del general Sir Ralph Abercromby, su superior, amigo y valedor, fue trasladado de nuevo en 1798 esta vez a Irlanda, donde había estallado una rebelión, por requerimiento del propio Abercromby.
Los rebeldes irlandeses, apoyados por fuerzas francesas, fueron derrotados. Moore se distinguió en la batalla de Foulksmills, donde venció a fuerzas muy superiores en número. Al año siguiente, no obstante, cosechó un importante fracaso cuando la brigada que mandaba fue seriamente castigada en la desafortunada expedición a Egmont-op-Zee (Países Bajos). El mismo Moore resultó herido pero ello no redujo su crédito ante sus superiores y pudo reponerse a tiempo de participar en la campaña de Egipto de 1801, en donde se distinguió en el asalto a Alejandría.
Vuelto a Gran Bretaña dedicó varios años a la instrucción de tropas de infantería ligera, que consideraba esenciales en el nuevo tipo de guerra que Napoleón estaba poniendo en práctica en Europa, y a la fortificación de diversas áreas de la costa sur en previsión de una invasión francesa. Nombrado caballero y teniente general en 1804, desde 1806 participó en varias expediciones (Sicilia, Suecia) hasta que en 1808 fue nombrado comandante en jefe de las tropas británicas en la Península Ibérica después de participar en la Corte Marcial celebrada a raíz de la Convención de Sintra.
siempre actuando en
sintonía con los patriotas
españoles, hubo de
replegarse hacia La
Coruña para tratar de
reembarcar a su ejército
antes de ser copado. La
brillante defensa que
estableció en torno al
perímetro de la ciudad
hizo que las fuerzas del
mariscal Soult fracasaran
en su intento de cortar la
retirada los británicos aún a costa de su propia vida.
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