martes, 5 de abril de 2011

LA REBELIÓN DE 1798

Se ha dicho a menudo que la colonia más conflictiva del Imperio Británico en toda su historia ha sido siempre la más cercana: Irlanda.



Contrariamente a la interpretación popular, en la que los católicos sometidos al dictado de una minoría protestante sostenida por las bayonetas del Rey de Inglaterra se sublevaba en busca de libertad, lo cierto es que la rebelión de 1798 saltó las barreras religiosas y permitió que los Irlandeses Unidos, una organización creada originariamente por burgueses protestantes, absorbiera a buen número de descontentos independientemente de su credo y cooperase con otra organización exclusivamente católica y campesina: los Defensores.


Hechos como la Independencia de los Estados Unidos y, fundamentalmente, la Revolución Francesa despertaron en ciertos ambientes los deseos de liberarse de la tutela de Londres toda vez que cuestiones como la representación parlamentaria o los derechos de los católicos estaban subordinadas a los dictados del Parlamento de Londres.


Y fue precisamente la Francia Revolucionaria el aliado en el que los rebeldes irlandeses iban a apoyarse para lograr sus fines. A tal efecto, el líder de los Irlandeses Unidos Theobald Wolfe Tone, un protestante de Dublín, promocionó su causa en París de forma que se aprobó enviar una expedición militar a Irlanda a finales de 1796, expedición que hubo de ser finalmente abortada.

Sin embargo la chispa de la rebelión ya había prendido y el descontento se extendió en forma de incidentes varios a la par que las autoridades británicas imponían la ley marcial y combatían la violencia con violencia. No fue, empero, hasta Mayo de 1798 cuando la rebelión estalló abiertamente. Varias batallas campales, jalonadas de terribles atrocidades, sacudieron la isla durante todo el verano. En Agosto, cuando el movimiento rebelde había perdido mucha de su energía, un contingente francés desembarcó y, en unión de fuerzas locales, logró algunos éxitos como Castlebar hasta ser definitivamente derrotados en Septiembre, cuando la rebelión estaba prácticamente sofocada.


Aún habría un nuevo intento de desembarco francés en Irlanda en Octubre, esta vez el mismo Wolfe Tone participaba en el mismo, pero esta vez la Armada Británica interceptó a la flota de invasión capturando a la mayoría de sus integrantes. Tone fue juzgado y condenado a muerte pero se suicidó antes de ser ejecutado. Aún persistieron grupos de resistencia marginales hasta 1804 pero, irónicamente, muchos rebeldes eludieron la horca alistándose en los regimientos británicos que luchaban contra los franceses.



(c)Fernando J. Suárez

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