jueves, 14 de abril de 2011

El otro lado del Mundo

Descubierta oficialmente por James Cook en 1770, que arribó a sus costas sudorientales, concretamente a la exuberante Botany Bay, y las bautizó como Nueva Gales del Sur, se convirtió en sinónimo de lugar más lejano del Mundo aunque, para una minoría selecta, supuso una tierra donde empezar una nueva vida, aunque fuera a la fuerza.

Dado que Gran Bretaña había hecho del control de los mares el eje de su política, y la base de su economía, y ante la competencia naval de España, Francia y Holanda, parecía casi obligado que Londres hiciera efectiva la ocupación de aquella lejana costa. El problema se planteaba casi de inmediato pues nadie parecía dispuesto a establecerse como colono en lugar tan remoto pero la solución llegó casi por sí misma: Nueva Gales del Sur sería una Colonia Real destinada a la reclusión de delincuentes.


La propuesta no era nueva pues ya Georgia (América del Norte) fue concebida como colonia penal que hiciera de tapón entre las Carolinas y las posesiones españolas de Florida. Así pues, el 13 de Mayo de 1787, una flota de once barcos zarpó de Portsmouth con 763 convictos a bordo. Tras una travesía de ocho meses llegaron a su destino.


Aunque buena parte de los primeros convictos eran solamente responsables de delitos contra la propiedad, lo cierto es que pronto arribaron contingentes más abigarrados que incluían rebeldes irlandeses y quebecois y presos políticos.


Si bien los primeros años de la nueva colonia no fueron fáciles, la llegada en 1808 del teniente coronel Lachlan Macquarie como gobernador en sustitución de William Bligh (el mismo que, como capitán, sufriera el celebérrimo motín de la Bounty) significó un revulsivo pues acometió un ambicioso programa de creación de infraestructuras, edificios públicos y la conversión del pequeño establecimiento de Sidney en toda una ciudad. Paralelamente se ofrecían lotes de tierra en las zonas del interior para los presos que hubieran redimido sus penas, amén de emplear a convictos con conocimientos en trabajos especializados (no dudó en usar ingenieros reclusos para sus obras públicas y los pleitos surgidos entre la población penal eran litigados por abogados también convictos).


Lo que empezó como un vertedero para los desheredados de la sociedad británica se convirtió en una pujante, y extraordinariamente leal, colonia en la que, en fecha tan temprana como 1828, la población libre superaba con mucho a la penitenciaria.


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