Dos de Agosto de 1809 (Anno Domini). Talavera
Hoy puedo proseguir este
diario después de la que ha sido mi primera batalla.
Han pasado varios días
desde que plasmara mis últimas impresiones pero, al fin, hoy me encuentro en
condiciones de cambiar el mosquete por el lápiz para legar a quienes vengan
tras mis pasos todo cuanto he visto y sentido.
Espero poder recordar
todos los recientes acontecimientos aunque, con franqueza, diré que no pocos
momentos se me antojan como una ensoñación por cuanto aún me siento dominado
por la excitación.
Así pues, ordenando tanto
como me es posible mis vivencias, relato a continuación los hechos tal y como
los recuerdo.
Amaneció el día
Veintisiete de Julio sin que las patrullas de la Brigada Anson anunciaran
presencia enemiga en las proximidades. De tal suerte, el ejército español inició
su repliegue hacia el oeste por el puente del Camino Real.
Verdaderamente la decisión
del general Cuesta de permitir descansar a sus hombres la noche anterior se
demostró acertada pues su tropa pudo retirarse en buen orden hacia la posición
que los generales habían elegido para plantear batalla.
A mediodía, con los
españoles ya al otro lado del Alberche, anunciaron las patrullas que habían
avistado caballería enemiga. El general Wellesley, que se había trasladado a la
Casa de Salinas, ordenó que la Primera división se replegase a su vez quedando
nosotros, la Tercera división, y la brigada de caballería como cobertura de
retaguardia. Así, la Primera División cruzó el Alberche por el sur, por el
puente, mientras que nosotros y la caballería repasaríamos el río por el vado
llamado de Cazalegas y nos situaríamos al otro lado del mismo para luego
proceder a nuestro repliegue escalonado.
Tal como se nos ordenó, la
Tercera división cruzó por Cazalegas y tomó posiciones frente al mismo: la
brigada Donkin( II/87, I/88, cías V/60) a la izquierda; la brigada McKenzie
(II/24, II/31, I/45) a la derecha.
El terreno, monte bajo boscoso, dificultaba
tanto las maniobras como la visibilidad, hasta el punto de que la brigada de
caballería se situó a nuestra retaguardia dada la inutilidad de su misión de
exploradores en semejante campo. El general Donkin, dada la naturaleza del
terreno y la aparente lejanía del ejército enemigo, ordenó descanso a
discreción en las acogedoras sombras de los árboles.
Antes de cruzar, y en orden a dificultar lo
más posible al enemigo, nuestros hombres prendieron fuego a las cabañas que nos
sirviera de alojamiento las noches precedentes. El incendio, cuya humareda se
extendió hacia el oeste, nos ocultó de las patrullas enemigas pero, y creo que
nadie calibró esta posibilidad, ese mismo humo ocultó a una potente fuerza
enemiga que, de este modo, pudo cruzar por Cazalegas y desplegarse por entre la
arboleda.
Una descarga cerrada, y
redobles de tambor que anunciaban el terrible pas de charge, nos anunció lo impensable: la infantería francesa
cargaba directamente sobre nuestra brigada…
Esto se pone interesante
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