Quince de Julio del Año de Nuestro Señor de 1809.
Plasencia
Hoy nos han comunicado, a
todos los oficiales compañía por compañía, que en breve se nos unirá un
ejército español que se encuentra acampado en las inmediaciones de donde nos
hallamos.
Al parecer, días atrás, el
general Wellesley, y su estado mayor, se entrevistó con el general español, de
nombre Gregorio de la Cuesta, en una población cercana llamada Almaraz.
Aunque los jefes de batallón no han sido
prolijos en explicaciones parece ser que el encuentro no ha sido todo lo
cordial que debiera. Se habla de que el general español, altanero en exceso, no
ha mostrado la debida cortesía e, incluso, ha deplorado de las peticiones de
nuestro jefe sobre los suministros.
Sin embargo, tal y como
dicen los viejos soldados, mantener algo en secreto en el Ejército es como
caminar sobre las aguas.
Poco a poco vamos conociendo detalles sobre ese
encuentro y las nuevas son dispares:
Al parecer, y esto parece
haber sido dicho por el mismísimo general Wellesley, los soldados españoles
aparentan trazas satisfactorias al menos individualmente, pero parece alarmante
la escasez de armas y equipos a la vez que el estado de los existentes parece
dejar mucho que desear.
Asimismo, el nivel de instrucción parece deplorable
pues la mayor parte de los soldados son conscriptos que no han tenido ningún
contacto, hasta ahora, con la milicia. La oficialidad, en suma, tampoco posee
experiencia, salvo excepción de algunos pocos veteranos, y no sabe de los
hombres que manda más que de los misterios de los designios divinos.
Así pues parece que nuestro
aliado no va a ser el mismo que derrotara a los franceses el año pasado en
Bailén. Muchos de nosotros, y no escapo a esta regla, nos habíamos ilusionado
pensando que, con los bravos que vencieron a Dupont de nuestro lado, nada nos
impediría golpear de modo decisivo a los franceses y, quien sabe, expulsarlos
más allá de los Pirineos.
A todo lo expuesto, y esto
es algo que no es producto de habladurías, nuestra situación es verdaderamente
apurada en varios aspectos: faltan animales de carga y tiro, vehículos,
víveres, herramientas, suministros médicos e infinidad de cosas precisas.
Inclusive se insinúa, con bastante insistencia, que la marcha de nuestro
ejército desde Abrantes estaba supeditada a la promesa que hicieran los
españoles de que ellos se cuidarían de los suministros.
Una punzada de temor, pues, me invade aún
inconscientemente al pensar que todo esto no es sino una gigantesca trampa, de
la que participa la inacción de nuestros aliados, cuya finalidad es ofrecernos
en sacrificio a los franceses, igual que hiciera Abraham con su hijo. Después
de todo, hemos sido enemigos de los españoles más tiempo que Napoleón.
Pero no todos los
aconteceres han sido siniestros hoy. Por el contrario, se ha celebrado mucho
(entre la tropa irlandesa, obviamente) la noticia de que en el ejército español
forman irlandeses. De todos es sabido que nuestros Gansos Salvajes se han establecido por muchos reinos de Europa
ofreciendo sus artes militares a quien les pagara. España ha sido uno de estos
reinos y la fama de regimientos como el Hibernia,
el Ultonia o el Irlanda ha llegado hasta nuestra tierra.
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