Veintisiete de Agosto de
1809 (Anno Domini). Lisboa
Aunque era hora tardía
cuando hemos llegado al puerto, el capitán Messervy y yo hemos podido
presentarnos al comandante (británico) del mismo.
Para quienes no estén
familiarizados con los usos de la Armada diré que en cualquier puerto de reino
aliado donde fondeen barcos del Rey se halla presente un oficial superior que
se encarga de distribuir los fondeaderos disponibles; asignar materiales,
suministros, orden de reparaciones o de surtir de tripulaciones las embarcaciones
reparadas o recién alistadas.
En nuestro caso hemos sido
recibidos por el contralmirante de la [escuadra] Azul Peter Hutchins en su
alojamiento en el ala del edificio de la Aduana reservada para uso de la Armada
Real.
Después de estudiar las
órdenes que portamos, firmadas por el general Wellesley, hizo pasar a un
teniente, que hacía las veces de asistente, que traía consigo la lista de naves
surtas en el puerto. Como nuestra misión requería de la mayor celeridad
posible, el contralmirante Hutchins ojeó el listado hasta que sus ojos se
detuvieron en una línea:
-El HMS Succes-dijo con satisfacción. -Está
listo para partir y es una embarcación muy rápida.
Sin dilatarse lo más
mínimo, Hutchins nos conminó a dirigirnos al barco inmediatamente pues de ese
modo podría aprovechar la marea de la madrugada para partir. Después de expedir
la orden y de desearnos buena suerte, nos hizo acompañar por su asistente.
Debo decir que, una vez
más, la Armada ha hecho honor a su eficiencia pues en menos tiempo del que se
requiere para contarlo nos encontrábamos en un muelle frente al cual se veía un
pequeño barco al ancla.
Era el Succes una goleta como pude averiguar.
Sin dar tiempo a la más mínima dilación, el asistente del contralmirante ordenó
a unos marineros que se hallaban en un esquife amarrado a un noray cercano que
nos llevaran a bordo.
Nos despedimos del
teniente Sinclair, que nos había acompañado hasta las dependencias del
contralmirante como si pareciera que no hubiera cumplido su misión hasta
dejarnos en manos seguras. A la luz de los faroles que empezaban a llenar el puerto,
pude observar las facciones impasibles del teniente; mostraba el mismo
semblante que exhibiera cuando remató a los portugueses ayer. Le pedí que
cuidara de Arrow, al que llevará de
regreso a Trujillo, o donde se encuentre ahora el II/87, pues antes de partir
se lo cedí en préstamo al ayudante de cirujano Tarín.
Ahora, en la camareta
donde nos alojaremos Meseervy y yo, y adonde nos ha conducido un guardiamarina,
escribo estas líneas en espera de que nos sirvan la cena y nos presenten al
capitán antes de que, en la madrugada, levemos anclas con destino a Cádiz.
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